Diario París 4: El Cementerio Pére-Lachaise y el Panteón
Último día en París, pero no por ello el más «suave» ya que me esperaba un largo día por delante. Tomo el metro para llegar a un lugar bastante curioso en la ciudad francesa: el Cementerio del Père-Lachaise. La calma reina en ese laberinto de 70.000 tumbas que lo convierten en el más grande de la ciudad y donde yo me convertí en uno de los 2 millones de visitantes que recibe anualmente.
Tras una larga caminata llegué a la Plaza de la República (Place de la République), una pequeña decepción ya que la esperaba más hermosa. El elemento más bonito es la estatua de Marianne que sostiene el ramo de olivo como símbolo de paz y en otra una tablilla con la inscripción «droits de l’homme» (derechos humanos).
Desde aquí mis pasos me llevaron a un museo con una fachada espectacular (nunca había visto nada similar en ninguno de mis viajes): el Centro Pompidou. Sus 6 plantas albergan una de las mejores colecciones de arte moderno y contemporáneo del mundo. Pero mis ojos no podían dejar de mirar su colorida estructura.
El largo cansancio acumulado en mis piernas me obligó a tomar un autobús hasta llegar a otro fantástico lugar: el Panteón de París (le Panthéon). Nada más entrar vi una pequeña cola de personas a las que me uní para subir a su cúpula y poder obtener desde allí unas impresionantes vistas de la ciudad parisina. En mi opinión es el monumento más completo de París, ya que las vistas desde sus alturas, así como su exterior e interior de gran belleza. Además indicar que posee una cripta donde se encuentran las tumbas de figuras como Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Marie Curie, Louis Braille, Jean Monnet o Alejandro Dumas.
Tras disfrutar de la belleza de panteón y comer algo para reponer fuerzas mis pies viajeros me llevaron a un espacio verde fabuloso, los Jardines de Luxemburgo (Jardin du Luxembourg). Viendo el paisaje que se mostraba ante mis ojos no era de extrañar que un gran número de parisinos y turistas ocuparan el parque. Si no fuera suficiente, la grandeza del Palacio del Luxemburgo aumenta el interés del recinto. Un maravilloso estanque completa esta estampa fabulosa.
Desde aquí me desplacé a uno de los rincones que más me gustaron en mi viaje a la capital francesa, la Iglesia de San Sulpicio (Église Saint-Sulpice). La fuente que se localiza en la plaza es la más bonita de la ciudad gracias a las esculturas que la adornan. Además, la iglesia en sí misma es una obra de arte, siendo la más grande de la ciudad después de la Catedral y adquiriendo enorme fama tras su aparición en la novela «El Código da Vinci«.
Debido a la larga distancia tomé un autobús en una parada cercana a la iglesia que me transportó a Las arenas de Lutecia (Les arènes de Lutèce), un anfiteatro romano que realmente es más bien un parque algo escondido con gradas y donde me sorprendió la cantidad de gente de todas las edades que jugaban a la petanca.
A pocos pasos se encuentra la Gran Mezquita de París (Grande Mosquée de Paris). Está abierta al público y protegida por soldados. Tuve la oportunidad de participar de forma externa de los rezos de la comunidad (en la que había miembros de todas las culturas y nacionalidades). Tuve la oportunidad de caminar por su interior y deleitarme con los colores de su patio y al salir de allí disfrutar de su minarete de 33 metros de altura.
Mi ruta y viaje en París termina en la Plaza de la Bastilla (Place de la Bastille). El lugar en sí mismo no es de gran belleza, pero te transporta a una época histórica de gran importancia, la toma de la Bastilla por parte del pueblo que supuso el inicio de la Revolución Francesa. En el centro de la plaza se sitúa la enorme Columna de Julio, otro elemento histórico en la cual están inscritos los 615 asesinados en la revolución de julio de 1830.